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La entrada al infierno fue el hogar de las aves marinas.
El nombre de Burato do Inferno nos da pistas sobre las leyendas asociadas al lugar, pero también sobre la fauna y la geología de las islas.
La erosión del mar y del viento formó una cueva granítica —furna— y acabó por hundir el techo, dejando este agujero que, a 40 metros de profundidad, comunica con la entrada de la cueva en el mar. Esta formación recibe su nombre por la creencia de que constituía una entrada al infierno por la que podían oírse los gritos de las almas en pena.
En realidad, los gritos provenían de las aves marinas que hacían sus nidos en el interior de la furna. Los acantilados de las islas son hogar de miles de aves marinas, y antiguamente anidaba aquí el arao, un ave cuyas poblaciones ibéricas están actualmente extinguidas. Precisamente fueron los araos quienes, con sus voces desde el interior de la furna, dieron su infernal nombre a este lugar.